Intervenidos: Ricardo Arispe
Por Humberto Valdivieso
Critico de Arte-Miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte-
Capitulo Venezuela (AICA)

Ricardo Arispe_Intervenidos
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Las sociedades y los sujetos intervenidos pierden soberanía, ven disminuida su libertad.
Intervenir significa examinar, controlar, censurar, espiar, fiscalizar e interponerse con
autoridad. Estas acepciones están referidas a modos de ejercer el poder, a la manera que
una voluntad dominante tiene para penetrar en un espacio delimitado y actuar con
autoridad o autoritarismo. Sin embargo, intervenir también significa tomar parte en un
asunto: interceder o mediar entre quienes pelean. Como verbo intransitivo equivale a
ocurrir, acontecer.

Ricardo Arispe_Intervenidos
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La intervención tiene una complejidad particular pues apela a diversas acciones con
propósitos desiguales. Unos alimentan el entendimiento entre los seres humanos, otros
promueven la coerción y la violencia. Aún así, las diferentes alternativas, sin importar su
finalidad, están relacionadas con una ubicación y un acontecimiento: estar entre (inter) y
transformar lo dado.

La obra del artista venezolano Ricardo Arispe, llamada Intervenidos, no escapa de este
fenómeno paradójico. Para sopesar esa complejidad es necesario adentrarse en ella a
través de dos vías. La primera, cruza los dilemas sociales y políticos de las sociedades
contemporáneas y conecta con los efectos particulares de la crisis venezolana. La
segunda, recorre los problemas de la fotografía y el arte del siglo veintiuno, y llega hasta
los confines fantasmales de la postfotografía. No se trata de trayectos paralelos, tampoco
de alternativas. Ambas vías integran un mismo laberinto diseñado por el modo de vida
del artista en los territorios de la cuarta revolución industrial. Son parte de un proyecto
pertinaz, de una operación cultural intrincada cuya misión es provocar y no exponer una
obra definitiva. Algo inherente a las rutinas nómadas del momento, a una condición de
existencia en el arte donde ―en palabras del escritor Guillermo Sucre― “la realidad en

Ricardo Arispe_Intervenidos
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que participamos reside en la mirada, en el lenguaje. El verdadero realismo, o quizá el
único posible, es el de la imaginación”.

Intervenidos es una metáfora de las difíciles relaciones del ciudadano hoy con la
abundancia de información y las estrategias del poder. Su simbología ―desplegada en
una estructura expositiva no convencional en el Centro Cultural de la Universidad
Católica Andrés Bello, en un espacio convencional transgredido en el MACZUL y en
múltiples nodos de la red global―, se refiere a la convivencia de los grandes datos con la
escasez de recursos en el tercer mundo, a la opacidad de las organizaciones públicas y
privadas, a la transparencia pornográfica de la vida íntima en las redes sociales, a la
ilimitada producción de mensajes tóxicos desde los centros de poder, a la censura
impuesta a los disidentes, a la pretensión de las ideologías por mantenerse inmunes, a la
fragilidad del cuerpo humano y a la violación de la integridad por las tácticas de los
sistemas dominantes. También a la desorientación provocada por el virus que hoy reina
en el planeta. Temas por igual presentes en otras obras como La última guarimba,

Ricardo Arispe_Intervenidos
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Somos #Resilentes, reInvolución, #¿Qué es la realidad? y El hombre nuevo.

El trabajo de Arispe es un discurso sumergido en el universo de la ambigüedad de la
información, en los desechos tóxicos de las civilizaciones postindustriales y en las
ideologías decadentes. Una obra que explora la inconsistencia de la identidad individual y
colectiva del ser humano de nuestro tiempo, una metáfora del colapso del
antropocentrismo. En sí, es un trabajo propio de la condición posthumana. Por eso, las
contradicciones sociales, políticas y estéticas que aborda no son superadas en las
imágenes. No hay intensión de responder a ellas. No obstante, en su interior los conflictos
tienden a desbordarse y a estimular conceptos cuya solidez es sospechosa justo porque
están en boga: postverdad, avatar, fake news y millenials entre otros.

Ricardo Arispe_Intervenidos
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El asunto en Intervenidos no es solo la contradicción entre fuerzas opresoras y libertarias
sino la fragilidad de los límites personales y sociales. Asimismo, no es una disertación
sobre los linderos de la representación entre lo “instalativo” y la fotografía. Lo
fotográfico en el trabajo de Arispe no tiene un espacio demarcado: es todo el espacio en

su conjunto. Cualquier intento por delimitar sería una falacia: una tentativa desesperada
por generar categorías capaces de diferenciar productos de por sí hoy indefinibles.
¿Dónde está la fotografía? ¿Dónde está el arte “instalativo”? ¿Dónde está la realidad
referida? Cada una de estas preguntas queda derogada en la experiencia del espectador.
En sí, la obra declara algo que Joan Fontcuberta ha afirmado de manera tajante en sus
escritos: “Vivimos en un mundo de imágenes que preceden a la realidad”.

Los cuerpos dóciles en el laberinto
En Intervenidos el cuerpo no es un sólido sino una experiencia frágil, una forma
maleable vulnerada por la polución de la vida en el siglo XXI. No es un organismo
enfermo sino un síntoma de las enfermedades de la sociedad postindustrial. Su identidad
es el avatar: por eso lo encontramos sintetizado en los maniquíes. El artilugio preferido
del cuerpo es la máscara: un rostro imposible, artificial, reemplazable y a la vez necesario
para subsistir los embates de la cotidianidad. Su tiempo el postpresente, el devenir que no
tiene un origen y desconoce la posibilidad de futuro.

Las máscaras en este cuerpo de trabajo son, en realidad, artefactos o tecnologías
mediadoras. Se ubican entre (inter) la interioridad de los seres humanos y las
contingencias de la vida. No pueden apreciarse como objetos arquetipales, sagrados o
mágicos. Se trata de simulacros visuales producto de códigos estrafalarios ―errores,
desechos y desperdicios de la ciudad―, que operan como contraseñas: claves
indispensables para el intercambio de datos entre el sujeto y el mundo. Funcionan a
manera de passwords que permiten integrar la confusión de la gente a la confusión de las
ciudades. Las máscaras están hechas, como todo código ofuscado, de fragmentos
extraídos de materiales ordinarios e integrados de modo insólito: maculaturas, cintas de
seguridad y láminas de zing entre otros.

Ricardo Arispe_Intervenidos
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Las máscaras-código propician una poética marginal del tiempo y el espacio urbano. En
ellas hay trazos de materiales extraídos de calles y avenidas, memorias de vidas comunes,
leyes e indicios de la presencia de los medios de comunicación. No protegen ni conectan
a sus usuarios con lo transcendental a diferencia de los objetos sagrados. Su cometido es

brutal: adosan las variables del caos global-local al rostro de unos seres híbridos,
inconclusos, inseguros. La máscara viste al maniquí: modelo cliché del cuerpo humano
de este siglo. También a los bustos de los héroes y las imágenes de los santos
Contraseñas
En las instalaciones-fotografías de Arispe todo está desmembrado en el espacio y, a la
vez, integrado simbólicamente en el artificio de la máscara-contraseña. Las lecturas, tal
como las identidades, son provisionales. Y aunque el universo visual de la instalación
está intervenido por leyes conocidas e informaciones cotidianas, no hay conceptos
permanentes, soluciones políticas o límites visuales concretos. La sensibilidad imperante
es la confusión o desorientación. Tal como ocurre con los medios y las redes, nada calla,
no hay sistemas fijos y ningún discurso domina al otro. El territorio imperante de la obra,
donde todas las intervenciones dominan, bien se trate de violación, espionaje, diálogo o
mediación es el desconcierto.

Ricardo Arispe_Intervenidos
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En Intervenidos pueden asomarse temáticas y problemas conocidos: contaminación,
diabetes y escasez de medicamentos, pobreza, represión política, censura, resiliencia y
activismo. También nombres de artistas cómplices citados en la obra: José Vívenes, Juan
Diego Pérez, Pancho Acuña, Jesús Briceño, Carolina Afonso, Max Provenzano, Cesibel
Navas, Ana Mosquera, Victoria Arispe y Elvira Prieto. Sin embargo, las temáticas, los
problemas y las personas están sujetos a la volatilidad de la información: intervenidos por
la confusión semiótica de nuestra vida tóxica. Por lo tanto, lo conocido y lo usual es una
contraseña que abre el espacio de la duda, la revisión y la perplejidad.

No encontraremos un panfleto, un catálogo, un manifiesto o una denuncia. Nada lineal o
progresivo, el espacio es híbrido y probable. El propósito del artista está relacionado a la
necesidad de mostrar, dejar aparecer: intervenir como acontecer. Por eso, la obra es una
operación cultural, una experiencia hecha de múltiples experiencias fugaces. La función
de las imágenes, en los laberintos-muestra, es dar acceso -activar- el performance de
la sociedad del instante, del postpresente. Es decir, la nuestra. La de todos quienes no
podemos arrancarnos las máscaras que este siglo nos condenó a usar.

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