KUBOS DE RAFAEL MONTILLA
Anny Bello
En la serie Kubos, Rafael Montilla explora las posibilidades estructurales y simbólicas del cubo a través de un lenguaje abstracto geométrico en el que fusiona plasticidad con un pensamiento místico en el arte.
Desde muy temprana edad Montilla ha tenido claridad del potencial del arte para conectar estadios de sensibilidad, sublimación y transmutación en el hombre. Su comunión con las culturas orientales, especialmente la hindú, permea muchos de los contenidos en su obra. De allí que la relación arte-vida-hombre esté siempre presente en sus procesos creativos. La selección de los cubos como figura geométrica, y protagónica en la presente muestra, atiende a las asociaciones que la simbología sagrada le ha otorgado con la perfección, la sabiduría y la verdad. Y al mismo tiempo, con la representación recurrente que el artista realiza de la cruz esvástica, como parte de sus búsquedas personales, que ronda de distintas maneras su trabajo, en ocasiones transfigurada bajo otras formas. El cubo no escapa de estas relaciones. Las secciones que lo componen, al desplegarse, concuerdan con este signo.
En 2006 Montilla inicia sus investigaciones con el cubo en diversas técnicas y soportes, hasta que a partir de 2014 presenta sus primeras propuestas. Posteriormente, en 2016 proyecta sus obras en el espacio urbano, en busca de otras alternativas de encuentro con el público. De esta manera cambia del plano bidimensional del cuadrado a la tercera dimensión del cubo destacando sus propiedades formales y conceptuales.
En la serie Kubos de 2016, los módulos están compuestos por cuarenta y dos cubos, con los que realiza distintas combinaciones en cada una de sus caras a través de las escalas de valores, del abanico cromático, las líneas y el ritmo compositivo. Parte de los blancos, negros y grises, haciendo una transición hacia el color. En principio, en cada una de las caras de los cubos predominan las sombras y bordes ―que según el artista están referidos a patrones limitantes― aminorándose progresivamente para dar paso a estructuras en las que irrumpe el color. Montilla asocia este trabajo al concepto de la matrix, de mundos alienantes sustentados en el temor que las fuerzas opresivas generan en el espíritu. Es decir, plantea la evolución individual y colectiva a partir de las escalas mono tonales hasta llegar a un completo despojo de estas construcciones a través de colores que expresan estados de realización y libertad. El color emerge cuando la matrix deja de tener poderío.
El artista conecta su propuesta con las teorías del color en el campo de la psicología y en la relatividad del color de Josef Albers. Cada color representa un tipo de personalidad y las emociones asociadas a su tipología. Elabora convenciones para catalogar las personalidades, en este caso, basadas en el anaranjado, el rojo, el amarillo, el púrpura, el azul y el verde. Las permutaciones de cada uno de ellos producen un estallido de ricas posibilidades cromáticas, tan amplias como las cualidades humanas. Estos presupuestos sobre el color animaron las primeras manifestaciones del arte abstracto, bien asociado a la música como en el caso de Kandinsky, al pensamiento teosófico de Piet Mondrian, o al alfabeto cromático musical de Aguste Herbin. Como vemos, aún hoy es motivo de nuevas resoluciones por parte de artistas contemporáneos.