Poemas de Ferreira Gullar

José Ribamar Ferreira nació en São Luís, Maranhão, el 10 de septiembre de 1930 y falleció en Río de Janeiro en 2016:​ fue poeta, dramaturgo, ensayista, cronista y crítico de arte, conocido bajo el seudónimo de Ferreira Gullar.

“Su poesía evoca con extraordinaria intensidad y maestría poética las horas vitales de una biografía que se va construyendo a medida que se cuenta”. Tomados de la edición bilingüe de Corregidor de Poema sucio / En el vértigo del día, al cuidado de Paloma Vidal y Mario Cámara.

UNA VOZ

Su voz cuando canta

me recuerda un pájaro pero

no un pájaro cantando:

me recuerda un pájaro volando.

Una parte de mí

es todo el mundo:
otra parte es nadie:
fondo sin fondo.

Una parte de mí
es multitud:
otra parte extrañeza
y soledad.

Una parte de mí
pesa, pondera:
otra parte
delira.

Una parte de mí
almuerza y cena:
otra parte
se espanta.

Una parte de mí
es permanente:
otra parte
se sabe de repente.

Una parte de mí
es sólo vértigo:
otra parte,
lenguaje.

Traducir una parte
en la otra parte
-que es una cuestión
de vida o muerte –

¿será arte?

Paseo en Lima

Bajo este árbol

siento en la cara el calor

de sus flores coloradas (como

si dentro de un relámpago

        Podrían ser de trapo

estas flores, podía

ser de tela este

                   fulgor vegetal-

que es la misma materia de la flor,

        de la palabra

y de la alegría en el corazón del hombre.

LA ALEGRÍA

El sufrimiento no tiene

ningún valor.

No enciende un halo

alrededor de tu cabeza, no

ilumina ningún trecho

de tu carne oscura

(ni aún lo que iluminaría

el recuerdo o la ilusión

de una alegría).

Sufrís vos, sufre

un perro herido, un insecto

que el insecticida envenena.

¿Será mayor tu dolor

que el de ese gato que viste

la columna rota a palos

arrastrándose y a los gritos por el desaguadero

sin ni siquiera poder morir?

                                            La justicia es moral, la injusticia

no. El dolor

te iguala a ratas y cucarachas

que también dentro de las cloacas

espían el sol

y en su cuerpo repugnante de entre las heces

                                             quieren estar contentas.

Ovni

Soy una cosa entre las cosas

El espejo me refleja

Yo (mis

ojos)

reflejo el espejo

Si me aparto un paso

el espejo me olvida:

-refleja la pared

la ventana abierta

Yo guardo el espejo

el espejo no me guarda

(yo guardo el espejo

la ventana la pared

rosa

yo me guardo a mí mismo

reflejado en él):

soy posiblemente

una cosa donde el tiempo

tuvo un error

Aprendido

Del mismo modo que te abriste a la alegría
ábrete ahora al sufrimiento
que es el fruto de ella
y su contrario ardiente

Del mismo modo
que de la alegría fuiste
al fondo
y te perdiste en ella
te hallaste
en esa pérdida
deja que el dolor se ejerza ahora
sin mentiras
ni disculpas

y en tu carne se vaporice
toda ilusión

que la vida sólo consume
lo que la alimenta.

Las peras

Las peras, en el plato,
se pudren.
El reloj, sobre ellas,
mide
su muerte?
Paremos el péndulo. De-
tendríamos, así, la
muerte de las frutas?
Ah si las peras se cansaran
de sus formas y de
su dulzura! Las peras,
concluídas, se gastan en el
fulgor de estar listas
para nada.
El reloj
no mide. Trabaja
en el vacío: su voz se desliza
fuera de los cuerpos.

Todo es cansancio
de sí. Las peras se consumen
en su sosiego
dorado. Las flores, en el cantero
diario, arden,
arden, en azules y rojos. Todo
se desliza y está solo.
El día
común, día de todos, es la
distancia entre las cosas.
Pero el día del gato, el felino
y sin palabras
día del gato que pasa entre los muebles
es pasar. No entre los muebles. Pa-
sar como yo
paso: entre nada.

El día de las peras
es su putrefacción.

Es tranquilo el día
de las peras? Ellas
no gritan, como
el gallo.
Gritar
para qué? si el canto
es apenas un arco
efímero fuera del
corazón?

Sería preciso que
el canto no cesara
nunca. No por el
canto (canto que los
hombres oyen) sino
porque can-
tando el gallo
no tiene muerte.

Canción para no morir

Cuando te vayas,
muchacha blanca, como la nieve,
llévame.

Si acaso no puedes
cargarme de la mano,
niña blanca de nieve,
llevame en el corazón.

Si en el corazón no puedes
acaso llevarme,
muchacha de sueño y de nieve,
llévame en tu recuerdo.

Y si allí tampoco puedes
por tanta cosa que lleves
conmovida en tu pensamiento
niña blanca de nieve
llévame en el olvido.

SUBVERSIVA

La poesía

cuando llega

                      no respeta nada.

Ni padre ni madre.

                         Cuando llega

de cualquiera de sus abismos

desconoce el Estado y la Sociedad Civil

infringe el Código de Aguas

                                            relincha

como puta

                nueva

                frente al Palacio de la Alvorada

Y solo después

 reconsidera: besa

                             en los ojos de los que ganan mal

                             acuna en brazos

                             a los que tienen sed de felicidad

                             y de justicia

 Y promete incendiar el país.

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