Taller de Escritura: Crítica de Arte I, dictado por Katherine Chacón

Cinco textos resultantes del Taller de Escritura: Crítica de Arte I, dictado por Katherine Chacón

Durante los meses de abril y mayo de este año, se realizó el primer Taller de Escritura: Crítica de Arte, dictado por la curadora y crítica venezolana Katherine Chacón, bajo la organización de Identidades Nómadas. 

Perez Art Museum PAMM
Pérez Art Museum Miami

Mediante lecturas puntuales y discusiones, el taller otorgó herramientas teóricas y prácticas básicas necesarias para que los participantes emprendieran la redacción de textos críticos sobre obras o artistas seleccionados por ellos. Como se verifica en los textos que siguen, los participantes aprendieron a abordar críticamente el hecho artístico desde diversas perspectivas y desarrollaron textos que dieron cuenta estas miradas. 

Identidades Nómadas es un programa de formación internacional e investigación en arte contemporáneo fundado y dirigido por la artista venezolana Sofía Saavedra. El programa busca posicionarse como una instancia de reflexión, debate y documentación sobre arte contemporáneo y ofrecer oportunidades de intercambio entre artistas, curadores, críticos, y organizaciones y otros agentes. Identidades Nómadas es un espacio virtual concebido para trazar puentes interculturales creativos, promoviendo la sana convivencia entre la diversidad en un mundo que nos pide pensarnos cada día. Está abierto a todos aquellos que defiendan la formación y el pensamiento crítico, deseen realizar investigaciones independientes, busquen estrategias de producción o de establecimiento de carreras artísticas, y quieran profundizar en el arte contemporáneo.

El Taller de Escritura: Crítica de Arte I está dirigido a artistas, estudiantes de arte y literatura, profesionales de otras áreas, y todo aquel que desee adentrarse en la escritura crítica sobre arte. Con reuniones cada 15 días por espacio de dos meses, el taller dio excelentes resultados, por lo que nos estamos preparamos para abordar un segundo nivel. Invitamos a todos aquellos interesados a que se unan a nuestro grupo y se motiven a escribir sobre arte.


Ricardo Artiles Seashore 1. Serie Negra, 2023 Yeso, talco, cola blanca y acrílico 70.3 x 42.2 cm (27.6 x 19.4 pulgadas)
Ricardo Artiles Seashore 1. Serie Negra, 2023 Yeso, talco, cola blanca y acrílico 70.3 x 42.2 cm (27.6 x 19.4 pulgadas)

La Serie Negra de Ricardo Artiles

En el corazón de Caracas reside un artista cuya obra, desconocida para muchos, emana una fuerza cautivadora que despierta curiosidad y sorpresa. Ricardo Artiles, nacido en Londres en 1956 y residenciado al este de la capital venezolana, ha cultivado su pasión por el arte desde una temprana edad, mostrando una inclinación natural hacia el dibujo y la pintura. A pesar de los desvíos y obstáculos en su camino, su creatividad ha persistido como un arroyo subterráneo que fluye en silencio, pero con extraordinaria fuerza.

Artiles se inspira en el trabajo del reconocido pintor francés Pierre Soulage, quien se distinguió por su uso magistral del color negro. Con perseverancia comienza una meticulosa investigación, utilizando materiales simples y accesibles que encuentra en su entrono para dar vida a su propia interpretación del negro.

Con yeso, talco industrial y cola blanca como sus materiales principales, inicia un proceso de superposición de capas sobre lienzo que requiere de paciencia y dedicación. A medida que las capas se acumulan y se secan, la obra cobra forma, revelando una compleja textura que invita a la contemplación. Mediante la adición de pigmentos acrílicos negros, morados y grises, define el tono y la atmosfera de su trabajo, creando lienzos que parecen absorber y reflejar la luz de manera única.

La serie más que una exploración estética, nos recuerda la fugacidad de la vida, el contraste entre la oscuridad y la luz que invita al espectador a reflexionar sobre los matices de la existencia, la dualidad entre la vida y la muerte, la nada y el todo. 

Al sumergirnos en las profundidades de la obra de Artiles, nos encontramos no sólo con una paleta de complejas tonalidades, sino con un raro viaje que nos transporta a otras indagaciones. En esta pintura titulada Seashore 1, la costa nocturna se convierte en un lienzo donde se entrelazan la inminencia del cambio y la angustia existencial. Sus aguas lentas y espesas, las líneas onduladas al horizonte parecen anunciar tormentas ensordecedoras, acompañadas por cambios radicales, mientras que los tonos morados y grises junto a las texturas densas, evocan un mar en movimiento lento, misterioso casi aterrador.

La nocturnidad de la pintura parece sugerir una muerte, no como hecho liberador, sino más bien como un reflejo de la angustia que produce lo inexorable, el temor ante la incertidumbre del futuro, ante el “no ser”.

Elizabeth Villar



Francis Bacon
Francis Bacon Studies of George Dyer and Isabel Rawsthorne, 1970 Óleo sobre lienzo Díptico: paneles de 35,5 x 30,5 cm

El sujeto transfigurado en Studies of George Dyer and Isabel Rawsthorne (1970) de Francis Bacon

Un cruce de miradas, cada una inmersa en su propio cuerpo, en su propia historia. Historias, quizás, de deseos estancos y miedos secretos. Miradas que parecen ajenas. Pero de repente, un cruce, un encuentro y un instante que se dilata ¿Cuánto puede suceder en un instante?

  La pintura de Francis Bacon se reconoce por los inquietantes retratos de la figura humana moldeada en frenéticos e impredecibles trazos. Una figura que se expone en su vulnerable fragmentación, como una distorsión del ser que da cuenta de sus contradicciones e incertidumbres.   Resulta de especial interés el género del retrato en su obra, pues es un género que da pie a la investigación y experimentación del sujeto puesto en duda.

  En esta obra, Bacon retrata a su amante George Dyer y a su amiga artista Isabel Rawsthorne. Pero esto no es lo que importa. Lo que importa es la mirada inalcanzable del otro. La mirada que se proyecta sobre el doble: ese otro que mereafirma, ese otro que yono soy pero que meconstruye. Así, el sujeto trata de dibujar sus lindes. Pero el rostro se interrumpe en este encuentro. El sujeto, como el rostro, no está claro. La duda aparece y da cuenta de lo que se oculta bajo el tejido de conceptos, cargados de cultura y moral, que construyen al sujeto.

Hablamos de dos piezas que parecen individuales. Hay una línea que las separa y que las define con sendos sujetos como elementos únicos y centrales. Sin embargo, se trata de un díptico en el que ambas piezas establecen un diálogo de miradas que pasa a ser el hecho central. Hay un movimiento que se expande de lo individual a “lo otro”. Además, hay un nexo, algo que las une: el color malva de fondo. Frente a esta representación intensa y perturbadora de la figura humana, el malva actúa como un recurso estético de equilibrio y contraste visual. A su vez, sugiere cierto simbolismo personal, pues bien podría representar el vínculo emocional que ambos individuos tuvieron en la vida del pintor. Así, el nexo que hace posible el diálogo es el propio amor que Bacon sintió por ellos. Desprenderse de sí para acudir a la herida ajena es un movimiento que sólo puede darse a raíz de un profundo amor y de una sincera compasión por el otro.

La puesta en duda del sujeto abre espacios en él, espacios donde el encuentro es posible, espacios que pueden ser habitados por la otra mirada. La incertidumbre del yo se manifiesta en el movimiento de un trazo espasmódico, impredecible y cambiante. El rostro se interrumpe. Se rasga desde dentro por una oscuridad brotada. La duda se manifiesta en oscuridades contenidas que buscan desbordar los límites del rostro y sus nombres. La interrupción en el rostro y en el trazo es una interrupción en el pensar. Es la pérdida de sí, la renuncia al dominio de uno mismo. Es la muerte trasfigurada del sujeto. La muerte del yo ante su otredad, que, lejos de ser desaparición total, es oportunidad de cambio, oportunidad de expansión. El sujeto ha dejado de ser algo claro y estable, para que otra cosa le pueda habitar, tal vez, la mirada del otro.

Ariadna Armas Rocha



Cindy Sherman
Cindy Sherman Sin título # 512, 2010-2011 Impresión cromogénica en color 202,57 x 347,66 cm (79 3/4 x 136 7/8 pulgadas)

Los enigmas de Cindy Sherman

¿Quién es la verdadera Cindy Sherman? ¿Es la artista estadounidense que revolucionó la fotografía con sus autorretratos a finales de los años ‘70 y ‘80, introduciendo la sátira y el feminismo en el medio fotográfico? O, ¿podría decirse que, en el fondo, es alguno de sus personajes?

Según Susan Bright, Cindy Sherman está asociada al género del Masquerade, (en el cual se adoptan y representan identidades diferentes a través de disfraces, maquillaje y escenografía). Untitled 512 es una obra que se encuentra en el Museo del Broad en Los Ángeles, datada entre 2010 y 2011. Se trata de una fotografía de gran formato. En ella, se muestra a una mujer de mediana edad, que podría pertenecer a la alta sociedad neoyorquina de los años ’20 del siglo pasado. Una élite adinerada que vivía una vida de ocio y lujo. Quizás ella estaba de vacaciones, con el helado viento del principio del invierno, la vegetación muy seca, en una mañana sombría, muy típica de la época, donde el sol no ha salido por completo y las nubes cubren el horizonte. Usa un vestido de color claro, un chal de seda con plumas, quizá para cubrirse de las bajas temperaturas, después de una larga noche de fiesta. Con el cabello negro azabache y un corte de estilo bob, da la sensación de ligereza y comparte su glamour y buen gusto; sin embargo, hay signos de agotamiento en su cara, que —podríamos imaginar— han sido producidos por una vida cargada de innumerables trasnochos. La imagen presenta una calidad pictórica con matices neutros, colores casi monocromáticos en la gama de grises, cremas y blancos, con una saturación y contraste muy bajos. A pesar de su mirada cansada, con grandes y marcadas ojeras, la mujer parece desafiar al espectador, interpelándolo y ‘siguiéndolo’ por la sala hasta que ya se desvanece.

Cindy Sherman nos presenta un montaje fotográfico rudimentario en el que las sombras no concuerdan con la realidad de la luz. El sombreado debajo de los zapatos, que se percibe irreal, capta la atención y lleva a cuestionarse si esa incongruencia fue una decisión deliberada de la artista. La calidad y magnitud de la impresión da la sensación de pinceladas y esto se debe a que el papel tiene textura y un satinado que evoca elegancia. Esta dualidad de perfección y torpeza atrae la mirada, debido a que se presenta como una historia y a la vez añade la duda de saber si es una pintura o una fotografía. Lo que lo hace más cautivador y envolvente que la propia obra.

Muchas personas viven en este tipo de vida, pretendiendo que son alguien más. Es una encrucijada que nos presenta Cindy Sherman, donde nos invita a contemplar la infinita capacidad del arte para desafiar nuestras propias percepciones y despertar nuestra imaginación. A través de sus obras, Sherman no solo refleja las complejidades del pasado, sino que también nos impulsa a cuestionar la autenticidad y la identidad en el mundo contemporáneo.

Ileana Rincón-Cañas



Rafael Rangel
Rafael Rangel Hibrido criollo, 2024 Óleo sobre tela
96,5 x 84 cm (38 x 33 inches)

Nuevas topografías de Rafael Rangel

Rafael Rangel es un artista venezolano nacido en EE. UU. que creció en Venezuela, se formó como artista en el Pratt Institute de Nueva York, regresó a Venezuela y, finalmente, se residenció en Miami. Rangel tiene una extensa y prolija presencia en la escena artística venezolana, sobre todo con su obra escultórica, realizada con tubos de acero que golpea y suelda, uniéndolos en retículas o circuitos que se integran al espacio. También usó productos estandarizados como bowlsy cubiertos, con los que formaba volúmenes orgánicos que eliminaban simbólicamente el significante y lograban una totalidad volumétrica de nuevos sentidos.

El trabajo reciente de Rafael Rangel se abre a una nueva dimensión, más expresiva, con una gran libertad en las formas, una paleta vibrante y enérgica, y trazos decididos y gruesos de pintura y carboncillo. Éstos construyen sectorizaciones y acumulaciones de formas orgánicas muy ricas en texturas que, al entrelazarse con la pasta de los creyones de óleo (oil stick), crean acentos de color para impregnar y recrear estas nuevas y coloridas topografías. 

En toda esta urdimbre hay códigos y conexiones hacia otras propuestas del artista que quizás no son evidentes. Me refiero a un modo de construcción del dibujo y a la reiteración de las formas; por ejemplo, la línea zigzagueante y quebrada que podemos encontrar en muchas de sus obras. Esta característica no se limita a lo bidimensional, sino que es una huella en su trabajo que, además, guía el recorrido de las diferentes interconexiones en el espacio

La sensibilidad artística de Rangel, atravesada por su condición de migrante, lo hace partícipe del conflicto migratorio y de los procesos que envuelven los desplazamientos humanos hacia la frontera americana. Movimientos que han causado fricción, tensando la zona y las políticas, habitados por la búsqueda de la esperanza, el cambio y la transformación.

A pesar de ser un tema conceptualmente delicado y sensible, Rangel lo desarrolla con frescura y desparpajo, dejándose seducir por el gozo de la pintura. Desde su poética, nos muestra un mundo contrastante y conflictivo, doloroso y actual, pero sobre todo enérgico, colorido y repleto de fuerzas que parecieran provenir de esa misma tierra que es recorrida diariamente sobre las huellas de tantas personas en busca de sus sueños. Respecto de estas obras, el artista comenta sobre la importancia que su práctica le confiere a la línea como recurso expresivo y elemento simbólico que habla de movimientos, de divisiones territoriales, señalando que todas estas ideas o líneas desembocan en uno mismo como su propio hogar, como su propio refugio.

En la palabra ‘refugio’, convergen el sentido de espacio interior y, también, la condición de refugiado, un ser forzado por las circunstancias a ser recibido en tierras ajenas. A partir de este término, las obras de Rangel exponen varias capas de sentido sobre los movimientos migratorios como juegos de significados metafóricos y simbólicos que permiten vincularnos desde la semántica y la polisemia como elementos vivos. Entonces, la constante reflexiva sobre su propio entorno cobra sentido y coherencia con las búsquedas internas, que consiguen, por peso propio, reflejo en lo colectivo.

Rangel se ha redescubierto en la pintura refugiándose de su propia peregrinación y proceso, encontrando un camino fresco de nuevas interrogantes que, presiento, lo han colocado en un lugar interno que lo entusiasma como fuego de acción, construcción y reflexión de lo que para él es relevante y de lo que le inquieta y conmueve de la humanidad contemporánea, de la que él es un atento espectador.

La obra reciente de Rafael Rangel nos obliga a detenernos a imaginar, a mirar ‘desde el aire’, desde el privilegio de sobrevolar ese paisaje y figurar cómo todo lo que allá abajo existe, se rompe y se recompone; a imaginar el avance de personas que posiblemente está ocurriendo mientras contemplamos las bellas texturas que nos regala la distancia. ¿Qué guardan estos paisajes en donde el artista encuentra sentido a su quehacer pictórico actual? Reflexionar sobre lo que está ocurriendo más allá de nuestras propias fronteras y mirar con distancia para acércanos a nosotros mismos, parece ser una respuesta.

Starsky Brines



Lisa Yuskavage
Lisa Yuskavage Brood (Cría), 2005-2006 Óleo sobre lino 195,6 x 175,3 cm (77 x 69 pulgadas)

Lisa Yuskavage. Donde nada es real, todo es posible

La obra de la artista norteamericana Lisa Yuskavage (Philadelphia, 1962) se balancea entre lo onírico y lo real, lo dulce y lo sórdido, los gustos más refinados del denominado high art, caracterizado por su aceptación en los museos y galerías prestigiosas, y su contrapropuesta, el low art de los cómics vintage.

En este lienzo está representado un clásico bodegón en el que la artista incluye el vientre de una mujer embarazada como centro focal de la composición. Tras la cortina, como si nos invitara a mirar furtivamente, coloca su versión estilizada de la figura femenina, a la vez dulce e irreverente y siempre sexualizada. Con una paleta de colores pasteles y un tratamiento virtuoso del color, logra una obra altamente representativa que refleja una sexualidad femenina lúdica y sórdida. 

Los suntuosos volúmenes de las frutas en el plano frontal se juntan perfectamente con el vientre redondo y los senos prominentes de la mujer tras la mesa que, a su vez y muy sutilmente, lleva una chupeta en la boca, lo que nos hace interrogarnos si es, más bien, una niña. En obras anteriores, Yuskavage ya había introducido este juego con la sensualidad de figuras preadolescentes. En su Serie Bad Babies, por ejemplo, la artista nos confrontó con una suerte de niñas-mujeres que existen para generar una emoción visceral, y que sólo nos ofende en referencia a nuestro compás interno. La artista nos invita a conectarnos con la vergüenza que la sociedad impone sobre la experiencia del cuerpo femenino que ella misma logra conquistar valiéndose de sus pinturas, recordándonos que también es un sentimiento humano universal, de ahí, que sus obras sean autorreferenciales y feministas. La artista remarcó esta posición cuando fue interrogada sobre la presencia constante de la mujer desnuda como personaje principal en su obra, respondiendo irónicamente: “es de mujeres desnudas que están llenos los museos”.

Las obras de Yuskavage no solo son retratos a la manera tradicional, son viñetas del mundo de sus protagonistas que, más allá de su apariencia física, nos cuentan historias y nos llevan a adentrarnos en sus vidas intimas; son pinturas que sugieren una suerte de voyerismo, que se suma a la irreverencia de sus personajes, que parecieran increpar al observador diciéndole “tú me miras a mí, pero yo también te veo a ti”.

Paola Levy


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