Rafael Montilla: el arte como iluminación

Curador y crítico de arte Eduardo Planchart Licea

“Mi trabajo se basa en la abstracción geométrica y el cubo ocupa un lugar central, representa un símbolo de armonía, unidad y equilibrio de nuestra vida interna y externa.

Perez Art Museum PAMM
Pérez Art Museum Miami

La experimentación con diferentes materiales, técnicas y diferentes tipos de arte visual, son las líneas de mi evolución y desarrollo, al poder llevar mi obra a su mínima expresión con los elementos  básicos…” (Rafael Montilla)

La autenticidad del lenguaje visual de un artista se evidencia cuando es  eco de su visión del mundo y  Rafael Montilla  ha logrado materializarlo a través de su  obra la cual  tiene como eje   crear a través del arte un acercamiento a lo sagrado,  motivado por  la inquietud  de hacer sentir al otro que  es uno con el cosmos. Las diversas técnicas y materiales se convierten  en herramientas    para dar nacimiento a epifanías estéticas, que buscan crear atmósferas  que sanen el “yo” escindido  entre la  ajetreada realidad; atrapado en un abismo existencial que  imposibilita la reconciliación consigo mismo.  Las huellas de luz, los performances, las intervenciones urbanas,  y la abstracción pictórica son vías para expresar la urgencia de redescubrir que somos más que materia. La estética se convierte así  en una    mayéutica para provocar el acercamiento a lo trascendente, a lo impalpable, a lo presentido, como diría Jorge Oteiza (1908-2003) la función del arte es la salvación  y  una vía  de acercamiento a la divinidad.

La búsqueda por encontrar horizontes donde existir acobijado por lo sagrado  fuera parte del día a día  lo llevo a la India,  durante años se dedicó el artista a buscar respuestas a sus inquietudes  recorriendo y  conociendo gurús, maestros, monasterios, ashrams de la milenaria  civilización, vivencias que se han   transformando en las últimas décadas en  arte. Así una de las raíces de este lenguaje visual  son las semillas e inspiraciones que nacieron en las orillas del Ganges entre los  terraplenes que llevan a estas oscuras aguas liberadoras del Karma.

 “Motivado por mi evolución espiritual   por la inconformidad que sentía al ver el sin-sentido de las vida  y encontrarle un sentido trascendente,  me adentre en una mística personal y fui en ese camino recogiendo pequeñas perlas en la juventud para dirigir estas inquietudes   a través de las vivencias guiadas por  lecturas  como la Autobiografía de un Yogui de Paramahansa Yoganda, los libros de Vivekavanda…Y cuando pude cumplí el sueño de conocer estas verdades donde habían brotado, a principios de los noventa  había ido cuatro  o cinco veces a la India,  por periodos  de dos o tres  meses.”(Diarios de la India, Rafael Montilla, 2021)

Con el tiempo ha ido  creando un lenguaje visual que sigue madurando para crear  metáforas estéticas que acerquen al otro al cosmos. En la  fotografía se evidencia esto en la serie  “I Love Miami”,  donde materializa composiciones de amaneceres, y atardeceres  oceánicos   donde lo uránico y lo telúrico, el cielo y la tierra se   funden. Instantes   que  dan paso  a lo solar,  a una realidad clara y definida al escapar de la trama nocturna, o el tránsito a la oscuridad de donde muere  la luz  que hace nacer lo indefinido, el cielo estrellado puente a la ensoñación. Son fotografías que invitan al otro acercarse a estas realidades alternas que nos recuerdan que somos polvo de estrellas hecho conciencia.    

 El  artista desea comunicar al otro qué la realidad no es tal como la percibimos,   y  que podemos acceder a ella al  limpiar las puertas de la percepción que nos permitan conocerla  como un todo dinámico a través del encuentro con el  Ser. Busca  crear así  atmósferas  para este milagro al crear     portales estéticos que guían el mirar y el sentir de lo numinoso.

 Estas ideas se transforman  en el  performance del “Hombre-Cubo” o “Kube-Man  vestido cual astronauta  con el rostro cubierto con un cubo-espejo, donde  a través del  reflejo el  artista se fusiona con su entorno, escapando simbólicamente a su ego y al dualismo gnoseológico (Yo-Tu).  La parte superior del cubo-espejo une  lo uránico,   lo  estelar  con lo telúrico creando una coincidencia de opuestos. Estamos  ante el individuo como microcosmos unido al macrocosmos  visualmente y conceptualmente.  Este curioso deambulante estelar  camina despreocupadamente entre la urbe cubierto de blanco color que es  uno y todos,  asociado a la pureza, la iluminación. Al acercarse un desprevenido  transeúnte   es  sorprendido  tanto por la extraña presencia como al verse reflejado en él. En lugar  de encontrar  el rostro del paseante cúbico  se encuentra a sí, se establece un reencuentro del yo con el yo (yo=yo), que recuerda al retraerse en sí como un caracol para encontrarse  con la dimensión  interior.

 Así como el “Hombre-Cubo” se convierte en parte del cosmos,  borrando con su traje su individualidad a través de  lo cúbico que  simboliza el todo,    forma que  desde la antigüedad representa los elementos de que estaría formado el universo: Tierra, agua, aire y fuego… Al caminar por  la urbe,   éste cúbico espejo andante  provoca que el otro rompa con la ilusión de que somos islas aisladas en el planeta, cuando en realidad la humanidad es una biomasa y energía que respira el mismo aire, es acariciada por las mismas radiaciones solares, y los mismos elementos químicos que integran estrellas, planetas, satélites  circulan en la sangre y están dispersos en la corporeidad.  

 Una mañana del año 2019 en la playa de Key Biscayne de Miami se vieron flotar    varios cubos blancos vacíos resplandecientes inclinados sobre su eje, contraviniendo la ley de gravedad, y  el sentido común. Algunos se habrán preguntado mientras descansaban solasadamente: ¡¿qué?¡ Será aquello.  Con este simplemente acto de pensamiento el artista   logra que él otro cuestione la realidad al preguntarse sobre ella; otros simplemente se podrían haber dejado hechizar por la belleza de la instalación, y quizás buscarían información sobre lo que veían; pero curiosamente no encontrarían como referencia ningún dato que los orientara en este sentido como una valla, o un rotulado  que le permitiera saber algo sobre qué eran esos cubos, o sobre su autor. Esto no es un azar sino  responde a que la propuesta estética de Rafael Montilla plantea metáforas para liberar al otro del peso  del yo, y confrontarlo a vías de fundirlo a su entorno vivencialmente, crea así  una  estética de la paradoja y de reencuentro del Ser con el todo. El vacío interior del cubo representa la noche oscura del reencuentro con el alma, o  la nada en que  se adentra  Gautama para convertirse en Buda.

Es una  instalación oceánica hecha con plástico reciclado provenientes de contenedores de alimentos, que   reutilizan  polímeros que están convirtiendo la mar en un gigantesco basurero y de islas de desechos industriales. Se  está ante el poder del arte para crear  instalaciones que seducen y transmiten al horizonte una dimensión de mistérica-belleza,   y a su vez crean un discurso conceptual abierto, pues estas estructuras   abren la imaginación del otro a buscar  respuestas al porqué y  al cómo de las esculturas flotantes, con las que el artista cosmopolita interviene el espacio extra museístico y  extraurbano.

La instalación de cubos inclinados variara  su significación de acuerdo al espacio donde se ubica,  al estar flotando sobre el azul oceánico se asocia al dinamismo y vitalidad  del mundo acuático pleno de vida y energía; pero si se encuentra sobre el verde césped de un parque se asocia a  lo telúrico y   a los ciclos de fertilidad propios de la naturaleza. Esta forma geométrica se ha convertido en un elemento  del lenguaje plástico de Montilla en diversos materiales, técnicas y lenguajes visuales, así los crea y ubica para  crear intervenciones urbanas sobre rejas metálicas,  aceras, autopistas, paredes, puertas. Se inspira esta forma geométrica  en la arquitectura sagrada de la India, en templos como la stupa de  Boudhatha o de los ojos de Buda en las afueras de Katmandú, Nepal donde en el vértice de su bóveda acebollada se encuentran  los ojos de Buda, pintados en cada uno de los cuatro lados del  cubo,  simbolizan  la omnisciencia y omnipresencia. Motivo simbólico presente tanto  en la arquitectura sacra de Nepal y Tíbet como en los hogares y    los caminos perdidos del Himalaya. 

Acercarse al proceso creativo del artista, nos  lleva  a una visión del mundo centrada en mostrar vías  que evidencien   que todo se transforma y deviene en energía,  uniéndose en estos ciclos  la realidad  material con  la espiritual que palpita en cada ser. El arte sería así un puente comunicante a esta dimensión mística. Una metáfora a esta dinámica es cómo surgió la primer instalación urbana de la serie Big Bang, nacida del material plástico sobrante con que construyo  los cubos  de la instalación marina, al convertirlo en formas planas para crear  la instalación estelar   de Miami en Wynwood  Wall lugar por excelencia de los grafiteros de Florida.   Recreación poética visual de la explosión que dio origen al universo tanto en diversos textos sacros de la India como el Rig-Veda (10.29).

 Desde una perspectiva científica de igual manera el físico Stephen Hawking plantea la  teoría  sobre el origen del universo a partir de una gran explosión que lanzó en todas las direcciones la materia que ahí y dio nacimiento al tiempo y a un universo  en expansión. La intervención urbana    se ubicó sobre una pared negra metáfora del espacio sideral,  integrada por cientos de rectángulos, cuadrados, rombos,  y formas diamantinas  de plástico blanco  para crear una  mándala cósmico. Investigación que se convirtió en la serie Big Bang en la cual Montilla sigue investigando, y algunos de sus resultados  han sido exhibidas  en el Museo de Coral Gabe, en galerías de Florida y en la Bienal de Tijuana, México, 2021.  

La obra pictórica del artista es proyección también de su filosofía estética,  de ahí que su lenguaje plástico sea la abstracción a través de  colores planos y puros, en formatos  no tradicionales  que  asumen   formas en armonía con la cromática de cada pintura. Es  está una geometría del Ser que comunica al otro   metáforas   del silencio interior,  al centrar la mente y alejarla de las corrientes del pensamiento,  para lograr  niveles de conciencia que buscan la nada, el vacío interior que  transforman la existencia. Asume   la abstracción pues los lenguajes pictóricos figurativos y  expresionistas se encuentran anclados en la realidad,  atrapandonos  en lo que los hindúes llamarían maya (ilusión, ignorancia). Tanto su paleta como su geometría están influenciados por las vivencias que tuvo en la India. Esto se hace patente cuando leemos su Diario de la India, al percibir el paralelismo que existe entre su paleta y la geometría que caracteriza sus cuadros que  se hacen ecos visuales de estas vivencias

“Los blancos, grises,  rojos, amarillos, azules, anaranjados, verdes, morados contrastaban  con los coloridos saris  que las mujeres lavaban junto a todo tipo de ropa de vestir. Pero mis ojos eran atrapados por la abstracción geométrica que formaban las sábanas, manteles, cobijas fundas, paños   cuadrados,  rectangulares que  estaban lavados y extendidos sobre las escaleras para que el sol las secara… Las escaleras de los terraplenes estaban pintadasde blanco con dibujos rojos junto a los llamativo  templos a Shiva, Indra, Ganesha.., unos al lado de otro,  cada uno de un color diferente, eran como pinturas de abstracciones geométricas de  diversos colores, tonalidades, texturas, combinaciones, armonías y atributos de formas y colores similares a  las decenas de saris de las mujeres y niñas que se bañaban juntas una al lado de la otra, en las orillas donde el canvas era el Ganges.”(Diario de la India, Rafael Montilla)  

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