Participé en una exposición colectiva que fue considerada un gran éxito por muchos. Esta exhibición brindó una oportunidad invaluable para los artistas de Miami en general, permitiéndoles mostrar su excepcional arte. En mi caso, la experiencia no fue tan positiva. Presenté dos esculturas pequeñas que fueron ubicadas juntas en un solo pedestal. Al hablar con uno de los organizadores y expresarle mi inquietud, me respondió que él no estaba a cargo de la disposición de las obras y me instó a hablar con xxx, quien había organizado la exhibición. Agradecí su respuesta y continué mi recorrido. Más tarde, me crucé con otro de los organizadores y le compartí la misma preocupación sobre las dos esculturas. Su respuesta fue que él había actuado como curador y consideraba que solo una de las piezas era una escultura completa, mientras que la otra era un boceto con una maderita que no le gustaba y se la quite, además de la limitación de pedestales.
Ante esta situación, mantuve mi serenidad, que es una de mis características personales distintivas. Solo escuche su perspectiva y me pregunté por qué este talentoso artista había permitido que su opinión personal influyera en su rol como montador de las obras de la expisicion y se olvido lo que es el arte conceptual. Esta experiencia me llevó a reflexionar que no todos apreciamos ni respetamos el arte de los demás. En el mundo del arte, cada obra es valorada de manera única por su creador, y a veces los pensamientos y comentarios de terceros son su percepción y no debe influyen en la obra ya creada.
Sin embargo, me sentí frustrado por la falta de comunicación previa sobre las limitaciones de espacio y la disposición de las obras en la exposición. Habría sido más constructivo que nos contactaran con anticipación para discutir la mejor manera de presentar mi obra, o incluso considerar si era apropiado exhibirla en esas condiciones.

En un mundo donde la búsqueda de la expresión artística ha tomado caminos inesperados, mi amigo, el apasionado artista GADU, me envió un revelador artículo. En este texto, GADU aborda la inquietante tendencia de que en la actualidad cualquiera puede autodenominarse artista, mientras que la etiqueta de “curador” se ha vuelto igualmente accesible para todos. Durante mi tiempo como director de la Galería Hernan Gamboa, a menudo me decían: “Eres el curador”, a lo que siempre respondía: “No, no estudié historia del arte y, por respeto a los curadores, no me atrevo a autodenominarme como tal”. Este dilema refleja una preocupación que GADU plantea con valentía en su artículo, el cual les recomiendo leer, pues está escrito con la franqueza que caracteriza a Chepa Candela “Sin pelos en la lengua”.

GADU expone su perspectiva sobre la proliferación de aspirantes a artistas plásticos, pintores y escultores, y cuestiona la autenticidad de lo que se proclama como arte en la actualidad. En su artículo, aboga por la importancia de adquirir conocimientos y técnicas antes de autodenominarse artistas, así como por el valor de construir una trayectoria a lo largo del tiempo, participando en eventos y exposiciones, y nutriendo un curriculum con experiencias genuinas.

Esta reflexión nos invita a considerar la verdadera esencia del arte y cómo se valora en la sociedad actual. GADU, con sus 26 años dedicados exclusivamente al arte naif, nos muestra la importancia de la dedicación y el compromiso en esta disciplina. Además, nos desafía a cuestionar la manera en que valoramos y tasamos las obras de arte, y cómo el esnobismo puede distorsionar esta valoración.

En última instancia, el artículo de GADU nos recuerda que el arte va más allá de la mera decoración y que, cuando es auténtico y significativo, puede dejarnos un legado valioso para el futuro.

Pueden leerlo en este link https://artmiamimagazine.com/hoy-todos-quieren-ser-artistas-visuales/

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