En deuda con el Expresionismo Abstracto, las raíces de la Abstracción Postpictórica se hunden en los veinte y los treinta. Creó el término Greenberg como el título de una muestra que comisarió en el LACMA en 1964. El crítico observó un nuevo movimiento en pintura derivado del citado Expresionismo Abstracto pero que favorecía la apertura o claridad en oposición a las superficies pictóricamente densas de aquel estilo.
Entre los 31 participantes en aquella exposición figuraban Sam Francis, Helen Frankenthaler, Ellsworth Kelly, Morris Louis, Noland, Olitski o Stella, que se dieron a conocer en los sesenta.
Se considera que el origen inmediato de esta tendencia se encuentra en los estudios sobre psicología de las formas de la Bauhaus que Josef Albers difundió en Estados Unidos.
La nueva pintura no conlleva mensajes místicos o religiosos, sino que existe por sí misma: se trata de lienzos de gran formato que se nutren sólo de color, de forma absoluta. Podemos hablar de zonas cromáticas, no de formas. Conforme este tipo de pintura siguió avanzando en diferentes direcciones, el término Abstracción postpictórica fue superado por el de pintura de “contornos duros” o convergió en otras tendencias, como el minimalismo o la abstracción lírica.