El Foro del Instante:
Tropos y Temporalidad en las Pinturas de
Julio Larraz
Ricardo Pau-Llosa
A lo largo de su augusta carrera, Julio Larraz ha sabido aprehender con consistencia y profundidad las diversas maneras en que el tiempo ha sido interpretado y representado en la pintura. La temporalidad, o presencia del tiempo en la conciencia (o en el ser) es posiblemente el concepto más complejo y difícil de explorar en pintura. El primer gran avance se encuentra quizás en Las Hilanderas (1657) de Diego Velásquez, con el difuminado de las varillas del telar a la izquierda y de los dedos de la joven tejedora a la derecha. La propuesta era aparentemente clara: el tiempo, como el viento, sólo se hace visible por sus efectos, y por ello el movimiento y su evanescencia en la conciencia sensorial constituye el primero, si no el único, lenguaje para la representación visual de la temporalidad. Otros maestros del barroco, como Bernini y Rembrandt, también profundizaron en el tema, que posteriormente resonaría en Turner, Goya, Géricault, Delacroix, entre otros. En la era moderna, es un concepto central en varios movimientos abstraccionistas ─ el informalismo, el expresionismo abstracto y el cinetismo.
La temporalidad se torna particularmente obsesiva en la pintura representativa, pues ésta se enfoca en el mundo de la vida (término usado por Edmund Husserl para designar la realidad que compartimos a través de la experiencia). Desde Van Gogh y Gauguin a Sargent, Sorolla, los surrealistas y sus sucesores, el esfuerzo por reflejar nuestra conciencia del tiempo en la pintura se ha mantenido constante. La música, la literatura y el cine están inextricablemente enraizados en el tiempo, y por ello proporcionan intuiciones muy diversas sobre su dinámica en la conciencia. La arquitectura tiene un componente temporal implícito en la experiencia que adquirimos de los edificios al movernos en torno y a través de ellos.