Jorge Seguí: Un Encuentro con la Materia y el Espíritu
Bronces de innovadora morfología humana.
Julio César Briceño – Escultor
Guatire, 22 de junio de 2025
A partir del escrito número cien de ES, CULTURA, me propongo relatar vivencias y encuentros personales con otros artistas. Un poco a la manera de Vasari, pero con historias y anécdotas verdaderas, salpicadas de mi propio sentir. Mi juicio estético, debo admitirlo, es más emocional que técnico, el resultado de ese impulso ineludible que lleva a todo artista a crear. En vez de modelar con arcilla, como lo hace el escultor, yo modelo humildemente con palabras. En esta ocasión, quiero compartir vivencias de un artista a quien estimo y respeto profundamente: Jorge Seguí.
La primera vez que mis ojos se posaron sobre una obra del escultor Jorge Seguí, quedé impactado por su manera novedosa de interpretar la figura humana. Fue en la Galería Arte Hoy de Caracas, en 1985, durante una exposición colectiva de escultores. Recuerdo que Jorge compartía espacio con figuras de la talla de Gego, Marieta Berman, Lya Bermúdez, Feliz George y mi gran amigo Enrico Armas, quien me había invitado a aquella memorable inauguración. Desde ese día, la curiosidad me llevó a seguir sus pasos, visitando cada lugar donde exponía, hasta que el destino nos unió.
Nuestro encuentro formal se dio en 1987, en una exposición colectiva en el Centro de Arte Euroamericano de Las Mercedes, en Caracas. Él, sabiendo que yo realizaba fundiciones de monumentos y de mis propias obras en bronce, me interpeló con una pregunta desafiante, mientras miraba la pieza que yo tenía expuesta: “¿Usted será capaz de fundir algo tan bueno como esto?”. Mi respuesta fue inmediata y sin titubeos: “Tan bueno no, mucho mejor, seguro”. Aquel intercambio marcó el inicio de una amistad que atesoro.
Tuve el honor de fundir en bronce la mayoría de las obras exhibidas en su exposición individual “Jorge Seguí – Bronces 1986-1989”, realizada en la Galería Centro de Arte Latinoamericano. Esto quedó confirmado en la dedicatoria del catálogo, un gesto que valoro inmensamente. Luego, nuestra colaboración continuó con las obras exhibidas en 1991 en las Galerías Díaz Mancini (Caracas), 700 (Maracaibo) y 4.17 (Madrid).
La producción de Seguí en aquellos años era prolífica. Fundimos ciclistas, personajes en sillas, máscaras, niños en columpios, figuras ecuestres y hasta altos relieves. Pero de todas aquellas creaciones, la que más sobresale por su complejidad y el proceso de ejecución fue la escultura monumental del Ciclista Reposando. Hoy, esta imponente obra de cuatro metros de largo se erige en los jardines del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Fue fundida en el Estudio De Arte Las Barrancas de Guatire, Venezuela, en el año 1992.

Recuerdo vívidamente ese año. Jorge pasaba horas en mi taller, supervisando cada detalle de la fundición y el acabado de la escultura. Aquella obra, modelada con tanto esfuerzo y placer en su taller de Hoyo de la Puerta, era su pasión. Allí, entre conversaciones sobre arte y procesos técnicos, compartíamos Coca-Cola y saboreábamos un cubo de carne que Jorge dejaba congelar un año entero para luego asarlo en aquella parrillera que guardaba sus propios secretos en las brasas.
Como los recursos siempre son apremiantes en el mundo del arte, llegamos a un acuerdo que nos benefició a ambos. Yo me encargué de fundir en bronce y patinar toda la obra. A cambio, recibí un Camaro rojo del año, un auto que él había comprado en Miami. Una vez concluida e instalada esta obra, Jorge organizó en 1993 otra exposición individual en la Galería Espacio Fénix de Las Mercedes, Caracas. Ese mismo año también fundimos la Gran Madre Silla. Y, tristemente, ese mismo año nuestra amistad se fracturó. Aunque una vez me escribió en un afiche que yo era el único amigo que tenía en Venezuela, debo admitir que cometí un error. Pido disculpas a Jorge por haber cedido a los ruegos de un coleccionista que, por no querer pagar el valor de un Seguí original, me pidió que hiciera una interpretación de la Mujer Silla I. Y si bien Picasso dijo: “yo no copio, interpreto”, mi interpretación, lo reconozco, causó daños.
Jorge es un artista integral: dibuja, pinta, graba y hace esculturas. Radicado en Venezuela desde 1973, es el típico argentino: un poco narcisista, obsesivo en su trabajo, a veces histriónico y hasta un tanto paranoico, como todo artista sensible. En 1995, emigró a los Estados Unidos con el objetivo de proyectar su obra internacionalmente. Una meta que logró satisfactoriamente con sus creaciones de impronta surrealista.
Años después, nuestros caminos volvieron a cruzarse. Coincidimos en su exposición individual “El reposo del volumen” en el año 2000, en la Galería de Arte Ascaso de Valencia, Venezuela. Y más tarde, en los Art Miami de 2001, 2002, 2003 y 2004, aunque sin entablar mayores conversaciones. Hasta que, finalmente, no supe más de él.
Al final, hay un aforismo que dice: “Dime quién te admira y te diré quién eres”. Jorge Seguí, yo te admiro.












