Soy Ima Salazar, una inmigrante venezolana que ha encontrado en el arte su verdadero camino después de una trayectoria inicial en el mundo del derecho. Mi historia es un viaje marcado por la casualidad y la búsqueda de la autenticidad.
Desde muy joven, me sumergí en la complejidad del sistema legal como abogada. Sin embargo, el destino me llevó por un sendero inesperado hacia el arte, una pasión que siempre había estado latente en mi corazón. Mi conexión con el arte no es superficial; soy una estudiosa apasionada de la historia del arte, con un profundo respeto y admiración por las obras maestras que han resistido el paso del tiempo y que observo con lagrimas en mi ojos, con una emoción patológica.
Mi viaje artístico comenzó con una cámara fotográfica al hombro, explorando la belleza en los detalles a través de la fotografía artística y la macrofotografía. Pero un giro repentino del destino sumió mi vida en una profunda depresión. Durante un tiempo, me vi atrapada en la oscuridad de las enfermedades mentales, luchando por encontrar la luz en medio de la desesperación.
Fue entonces cuando un amigo artista me presentó una obra que cambió mi perspectiva para siempre. Una obra pictorica de Andrés Michelena, grande entre los grandes, capturó mi atención: un hombre iluminado apenas por un rayo de luz, enfrentándose a un lienzo en blanco, el nombre es Tengo ideas… Me vi reflejada en esa imagen, paralizada por la incapacidad de crear.
Decidí enfrentarme a mi propio lienzo en blanco. Con cada pincelada, liberaba mis experiencias, mis tristezas y mi mundo oscuro. Poco a poco, el lienzo se fue llenando de luz, conocimiento y colores. El arte se convirtió en mi refugio, en mi forma de encontrar paz y de exorcizar mi pasado.
Hoy, puedo afirmar que el arte me enseñó a apreciar la vida en su plenitud, a encontrar la paz en la contemplación y a transformar mi dolor en expresiones creativas. Mi historia es un testimonio de cómo el arte puede ser un faro de esperanza en los momentos más oscuros de nuestra existencia.