Por Catalina Martínez | Sky Colombia

VAN GOGH, DEMASIADO MUCHO QUE ES BELLO

“Cuando siento una necesidad de religión, salgo de noche y pinto las estrellas”Vincent.

Desde mi experiencia, su obra va más allá de él. Se trata de nosotros, de todo en lo que la belleza puede encontrarse: Las personas, las flores, el mar, nuestros espacios, las estrellas y uno mismo.

Una antesala en crescendo que no convence en principio; y si estás atento con dos o tres frases te vas interesando. El primer encuadre por lo básico se percibe incipiente y precario, transmite lo que, a escala humana, comienzas a apreciar con la instalación de “El dormitorio”, la propuesta de aproximarse desde otra perspectiva.

El tránsito por el túnel azul neón intenta anunciar algo más elaborado del otro lado del salón y sí, muy bien seleccionados entre marcos y apartes de sus cartas compartidas con Theo, comienzas a conmoverte y mirar al que va transitando a través de los pasillos; notas como el otro se quiere ubicar tras un marco de estos en principio sin función, pero interpreto que es parte del juego propuesto: Aspirar a estar en la obra, a ser parte.

«…“Encuentra tantas cosas bellas como puedas;
la mayoría de las personas encuentran demasiado
poco que es bello”. Sucumbí a esta frase y
me lo tomé en serio para apreciar la propuesta…»

 “…Encuentra tantas cosas bellas como puedas; la mayoría de las personas encuentran demasiado poco que es bello” . Sucumbí a esta frase y me lo tomé en serio para apreciar la propuesta y jugar en ese momento.  Allí la conexión fue con mis cinco sentidos, y justo mientras escribo esta reseña me encuentro intentando descifrar el agudo sonido en mi oído, el derecho, previo a un tibio soplido que recibo en mi cara, al momento de escribir estas líneas…

Integrado luego ya entre sonido y psicodelia juego a descifrar lo que se proyecta como antesala de algo grande, que no ves, pero sabes que te espera. Es un tránsito nuevamente donde si atiendes y esperas, descubres que se hace honor a un gran ser que entendió que “la conciencia es la brújula humana”, y nos guía con exactitud hasta nosotros mismos.

Así terminé guiada a la Obra desplegada y proyectada de una forma ingeniosa y exacta, tanto que la sincronía entre la música, la imagen y el espacio hicieron de la propuesta algo inédito y fascinante. Un descubrimiento hermosamente dispuesto y envuelto de manera mágica a un punto de éxtasis visual y casi espiritual.

Me preguntaba qué era lo que tanto me emocionaba, si las calles desplegándose ante mí, las flores llevándome a soñar, las estrellas tan cerca y los rostros claramente impactados, al punto que es inevitable que alguna conmoción te alcance, tanto que me condujo al llanto tan humanamente.

«Estuve adentro, me sentí parte y arte.
Caminé por los campos de trigo y las calles,
me senté en las playas, las plazas y las
casas. Me bañaron los pétalos que caían…»

Estuve adentro, me sentí parte y arte. Caminé por los campos de trigo y las calles, me senté en las playas, las plazas y las casas. Me bañaron los pétalos que caían del árbol de cerezo, y recordé mi juventud vistiendo sus azules lirios. Llené de flores mi casa y celebré una fiesta con ellas.

Sus rostros, y los nuestros juntos allí frente a frente descifrándonos porque al final somos UNO, el mismo de quien somos obra, tanto que Vincent acertadamente expresó “En la vida y también en la pintura, puedo prescindir fácilmente de Dios, pero no puedo, sufriendo como lo hago, prescindir de algo más grande que yo mismo, que es mi vida, el poder crear”

No atendí el tiempo, y entré en otro espacio con sus tiempos que sutilmente me abrazaron bajo una noche estrellada que nunca olvidaré.

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