Joyería contemporánea: El arte que aún subestimamos

A ver, hablemos claro: la joyería no es solo decoración. No es un accesorio bonito para combinar con tu ropa, no es una simple exhibición de estatus. La joyería, cuando se hace bien, cuando se concibe con la misma intensidad que una pintura de Basquiat o una escultura de Louise Bourgeois, es puro arte en miniatura. Es una declaración de intenciones, un manifiesto portátil, un acto de rebeldía o un testamento de belleza. Y sin embargo, el mundo del arte aún la trata como si fuera un pariente lejano y menor.

Perez Art Museum PAMM
Pérez Art Museum Miami

¿Por qué la joyería todavía lucha por ser tomada en serio dentro del circuito del arte contemporáneo? Tal vez porque está demasiado ligada a lo funcional, a lo personal, a lo íntimo. Y eso, irónicamente, es lo que la hace más poderosa. Piensa en las esculturas diminutas y radicales de Gijs Bakker, en las piezas conceptuales de Otto Künzli, en el trabajo de Lisa Walker, que literalmente desafía cualquier noción de lo “bello” en la joyería. Estos artistas no están haciendo meros adornos, están contando historias, cuestionando lo que valoramos, explorando materiales que van desde el oro hasta el plástico desechado.

El arte contemporáneo ama lo grande, lo monumental, lo que puede llenar una galería y hacer que la gente tome fotos con el celular. Pero la joyería tiene otra estrategia: es discreta, subversiva. Se cuela en los cuerpos, los transforma, los vuelve parte de la obra. Cuando alguien lleva un anillo de Ted Noten o un collar de Daniela Malev, no solo está usando algo bonito; está cargando un discurso, un objeto que puede hablar de feminismo, política, memoria o identidad.

El problema es que aún arrastramos el peso de lo que el mundo del lujo ha hecho con la joyería: la ha convertido en un símbolo de exclusividad más que de expresión. Se ha tratado de reducirla a un mercado de diamantes y etiquetas de moda, cuando en realidad debería estar en la misma conversación que el arte conceptual, la escultura o la instalación. ¿Acaso un broche de Manfred Bischoff no tiene la misma carga simbólica que una pieza de Joseph Beuys? ¿No es una pulsera de Kadri Mälk igual de visceral que un cuadro de Francis Bacon?

Afortunadamente, algo está cambiando. Los museos comienzan a prestarle más atención, las bienales la incluyen tímidamente en sus curadurías, y los artistas contemporáneos se apropian cada vez más de esta forma de expresión sin miedo a que les digan que están “haciendo artesanía”. Porque sí, la joyería es artesanía, pero también es política, es historia, es identidad. Y sobre todo, es arte.

La próxima vez que veas una pieza de joyería contemporánea, no te preguntes si combina con tu ropa. Pregúntate qué te está diciendo. Porque probablemente te esté diciendo mucho más de lo que imaginas.

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