KUBE/MAN: RAFAEL MONTILLA EN DOS MOMENTOS
Xiomara Jiménez
Kube/man, propuesta que entiende como una suerte de quiebre en el devenir creativo de Rafael Montilla y que lo ubica en la tradición del uso del propio cuerpo como un instrumento de dislocación de la identidad, búsqueda en la que estuvieron también artistas como Yenny y Nan y Nela Ochoa:
“Mirando algunas imágenes sueltas en la página de Facebook de Rafael Montilla, me detengo en las secuencias de un video en el que el artista aparece en un primer plano, sentado en el piso, maniobrando pequeños segmentos cuadriformes hechos con algún tipo de material acrílico para una composición bidimensional en proceso. movimiento acelerado con el que se sucede cada toma, hace que autor luzca como un personaje entregado al puro juego, a la manera de un verdadero infante gozoso, al finalizar la ejecución, vemos una obra concluida y expuesta en la pared de alguna galería en la ciudad de Miami; en un formidable «paño» negro centellean los blanquísimos cuadraditos, como si estuviésemos delante del propio firmamento.“Desde sus primeras colecciones, presentadas de manera expresa a partir del año 2014, Rafael Montilla ha desarrollado una gama de indagaciones sobre esa forma primaria y espacializante que representa el cubo. Tal como se define en el Diccionario de símbolos de Juan Eduardo Cirlot, esa prolongación del cuadrado es la figura de la solidez, de la tierra, incluso, Dionisio El Cartujano, agrega que el cuerpo cúbico no está destinado a la rotación, y por ello aparece asociado a la virtud de lo estable.“El artista trata el motivo, en primer término, bajo los códigos de la abstracción geométrica y en las claves de una especie de representación más bien inacabada o sugerida. Rafa Montilla ⎯como se hace llamar este creador caraqueño residenciado en Miami desde hace unos 18 años⎯ bordea en cierto sentido una preocupación por lo conceptual, formalmente nos ubica frente a un objeto que más que algo definido, plantea una idea de materialidad virtual a través del juego con intensos planos cromáticos. De esta manera, nos invita a completar una geometría básica y al mismo tiempo tan compleja; consideremos que se trata de un esquema de progresión, un primer enunciado del espacio tridimensional en su condición más depurada. Más tarde terminará en el propio espacio, mediante una serie de recursos que lo impulsan a crear artefactos y formas introducidas en ambientes reales del paisaje de la ciudad.“Pero, volvamos al punto de partida, retornemos al video preliminar, a esa ocurrencia iniciática que lo lleva a una de sus obras más recientes, Kube/man; aquí se vislumbra una suerte de quiebre, una nueva incursión. El performance aparece de manera más plena con esta propuesta de acción en la que obra y artista se convierten en uno solo. En este punto, me gustaría mencionar unos pocos ejemplos que se ubican en la tradición del uso del propio cuerpo como un instrumento de dislocación de la identidad. Recordemos por ejemplo: las acciones de la dupla creativa Yenny y Nan, pioneras en el movimiento del performance en Venezuela entre los años 1977-1986. También, el proyecto, Lejana (Caracas, 1999 Colección Museo Alejando Otero), video-instalación donde la artista Nela Ochoa se confunde entre la multitud asumiendo la identidad de una indigente urbana. Así mismo, otra variante con igual preocupación sobre el tema de una identidad desdibujada, es el memorable performance del colombiano Rosemberg Sandoval, Mugre, 1999, una propuesta transgresora en donde se anudan cuerpo y violencia urbana, a través de la manipulación de un sujeto de la calle a quien Sandoval alza en hombros, para luego utilizarlo como un «pincel humano» y así dibujar en las blancas paredes de una sala de exposiciones, la estampa de su miseria con la grasa y la suciedad que ha logrado acumular.“En una primera impresión, lo que nos propone Kube/man está cerca de la humorada; la farsa, la impostación teatral de un individuo que graciosamente irrumpe en el espacio de una sala, así como en otros ambientes de la ciudad, ataviado con un traje «cuasi espacial», no deja de ser un acto hilarante. Sin embargo, en una segunda lectura, el hecho se torna en un gesto provocador, nos confronta con una asepsia incómoda, el propio autor ha usado una caja reflectante en la cabeza a fin de instrumentalizar la cancelación de su identidad, y así mimetizarse con el espacio de sus recorridos. Este hombre-cubo se presenta como el asomo de un episodio perturbador y lleno de interrogantes por explorar, diría que en el performance nos emplaza ante sentimientos tan complejos; una figura oculta bajo la «máscara» de un cajón acristalado es una verdadera imagen de la decepción, del escepticismo, es un encuentro con la incertidumbre y hasta con el desencanto por la condición humana”.
Xiomara Jiménez, artista visual, antropóloga y curadora independiente.