Adama Delphine Fawundu
Adama Delphine Fawundu es una fuerza imparable. Su trabajo no es solo fotografía; es una conversación feroz con la historia, con la memoria, con lo que significa ser mujer, africana, afrodescendiente y simplemente humana en este mundo que insiste en encasillar identidades. Desde Brooklyn hasta Sierra Leona, desde el agua hasta la tierra, su obra es un testimonio de resiliencia, resistencia y reimaginación.
Fawundu no solo captura imágenes, sino que las construye con una reverencia casi sagrada por los materiales: telas, texturas, cabellos trenzados, patrones textiles que cargan siglos de significado. Su lente no es meramente documental; es un acto de afirmación, un grito visual contra el borrado de la historia negra en la diáspora. Piénsalo: ella no se limita a retratar cuerpos, sino que los envuelve en símbolos de pertenencia, en gestos que son al mismo tiempo protesta y celebración.
Su presencia en colecciones como las del Brooklyn Museum y Princeton University no es casualidad; Fawundu es de esas artistas que no piden permiso para existir en la historia del arte. Y es exactamente lo que hace falta hoy: artistas que tomen espacio, que rescriban narrativas, que no se conformen con los cánones impuestos. Su participación en el 100 Years|100 Women Project es otra prueba de su capacidad para conectar pasado y presente sin caer en la nostalgia vacía.
Hay artistas que documentan y artistas que transforman. Fawundu hace ambas cosas. Su trabajo es una lección de memoria viva, una interrogación continua sobre qué significa pertenecer. Su fotografía no es solo imagen; es testimonio. Es arte que respira, que exige ser visto, que nos obliga a mirar dos veces y preguntarnos qué historias hemos olvidado.