Solo conmigo
No estoy preso, ni aislado, ni fuera de la ciudad o el pueblo, el barrio o la casa. Solo estoy solo conmigo, en una soledad exquisita que solo acaricia los pétalos del árbol.
El silencio me habla desde la oscura noche, y me llegan voces calladas, susurros que se cuelan a mi mente y la separan de un mundo ruinoso a otro “ideal”.
Ya la mañana está cerca, amenazando la paz que “esos cantos” me han traído. Ya pronto volveré a ser un ser humano. Máquina inquieta y temerosa que poco a poco va en deterioro.
Muchos trajines trajo la vida, tantas historias y momentos divinos, pero extraños también. Magias y encantos que me sostuvieron soñando en un sueño que nunca despierta.
Ya mañana habrá un mañana distinto; no sé, ya no quiero caer en los absurdos y las adivinanzas abstractas que no conducen a la certeza, así la tenga uno por sentada.
Solo conmigo, intentando desprenderme de este misterio que soy con el miedo a encontrarme en una dimensión errada. Juzgando mis delitos y pecados y toda la mierda que me “he creído ser”.
Nada urgente ni prescindible desde esta individualidad orgullosa. Que se reconoce como una hoja más de las que ocupan estos árboles que arropan mi casa.
No soy nada conmigo mismo. No tendría sentido esta soledad si solo fuera yo quien habita. ¿Quién construye, quién destruye, quién crea y se alimenta de egos y espantos y otras intenciones más agradables…?
No tendría sentido la soledad por sí misma y sus silencios obligados o buscados. No tendrían sentido Dios ni el Diablo. No tendría sentido yo que escribo ni tú que lees.
Solo conmigo, pero contigo. Yo de mi lado y tú del tuyo. Con atmósferas distintas, distintos rincones,
Distintas soledades y sueños.
No estoy preso, pero no sé por qué así me siento. Sí puedo salir al patio y las calles y ver un montón de gente que siempre aparece en mis sueños… En este sueño que amanece en la misma cama, misma casa, mismo rincón, mismas personas.
Solo conmigo medito y suelto esos latidos que ya se repiten de tanto pensar lo mismo sin encontrar las respuestas… La respuesta… O la “otra” pregunta…
Solo conmigo comparto contigo, imaginándote en la distancia y viéndome en ti, como si fueras yo. Exactamente iguales, con las mismas ignorancias y “porqués” que nos alumbran.
El mismo final inagotable. La misma hoguera, la misma sentencia sin un juicio justo, sin una clara “aclaratoria” del bien o el mal.
Y sigo aquí, conmigo mismo, hablándome sin conocerme y pensando que sí. Que hay un sentido en el sinsentido de “los sentidos que creo percibir”, aun dudando hasta de mí mismo.
Ya empiezan a arañar los gatos las paredes, sacándome del “mismo” donde, otra noche fallida, acompañaron las especulaciones. Tan familiares ya, tan prevenidas.
Ya no estoy solo conmigo; volví yo mismo a acompañarme a mí en “ese abrazo” que nunca siente ni percibe la dualidad de dos mundos.
La certeza de la incertidumbre vuelve a la carga. ¡Salud! Mínimo Conminero.





